Texto inspirado en la lucha llevada adelante por los recicladores de Colombia, que lograron que la Corte Constitucional de ese país, dictaminara la obligación de los gobiernos locales y el gobierno nacional de reconocer el derecho de los recicladores a ser incorporados al sistema público de aseo y recolección de residuos urbanos.
El punto de mayor debilidad de todo proceso de incidencia que involucra como protagonistas a los sectores vulnerables se presenta cuando el decisor reconoce el derecho vulnerado. Ese es el punto de inflexión crítico de la incidencia pública, pues el que reclamaba desde el rol de excluido pasa automáticamente a tener que asumir el rol de sujeto de derecho y al mismo tiempo, el proceso diseñado para incidir desde el reclamo y la interpelación al tercero, tiene que mutar inmediatamente a generar propuestas propias que tornen factible el derecho reconocido.
La hipótesis paradojal que se plantea en este trabajo es la siguiente: una de las formas de desarticular un proceso de incidencia para ejercer derechos desde sectores vulnerables consiste en reconocer el derecho reclamado.
El decálogo que se desarrolla a continuación persigue dos metas: explicar las lógicas que dan origen a la hipótesis; y plantear las lógicas que deben recrear los sectores vulnerables para que desde el derecho reconocido pueda pasarse al derecho ejercido.
1) De la etapa heroica a la etapa institucional
Para llevar adelante desde los sectores vulnerables las etapas heroicas de lucha por derechos, se requieren al menos tres condiciones: 1) líderes personalistas capaces de sostener procesos evangelizadores; 2) impulsar epopeyas sociales que movilicen la emocionalidad colectiva; 3) construcción del relato victimizador que visibilice y oficie de legitimador del personalismo y la epopeya. Cuando un derecho es reconocido, se deben sostener los incentivos de la etapa heroica pero es vital construir la base de institucionalidad del propio espacio, porque el derecho reclamado desde la evangelización y la emocionalidad requiere bases mucho más sólidas que la vulnerable heroicidad de las personas. La capacidad de mutar de la etapa heroica de la marginalidad, a la etapa de institucionalización de los espacios que deberán ser reconocidos por la sociedad para que exista legitimidad de origen en el ejercicio del derecho conquistado, es la que permitirá transitar con éxito la transición que va de la etapa basada en las personas, a la que cimentará el diseño organizacional del espacio que deberá ejecutar la estrategia de incidencia para la creación de las condiciones de factibilidad para el ejercicio del derecho, y llevar adelante las acciones que ese derecho reconocido demanden.
2) De víctima a líder
La persona o el grupo vulnerable dejan de ser víctimas cuando adquieren la capacidad (empowerment) de luchar por su propia calidad de vida e incidir en la calidad de vida colectiva. Se convierte de “objeto de asistencia” en “sujeto de derecho”. Y si bien no deben olvidarse los aprendizajes recogidos por haber sido víctimas, deben adquirirse las capacidades del liderazgo. Existen tres razones fundamentales para que quienes demostraron incidir, se desprendan del ropaje de víctimas y se coloquen la vestimenta del líder: 1) La víctima no agradece, exige; 2) La víctima no razona, se emociona; 3) La víctima no lidera, moviliza. Hay que agradecer a quien colabora con los procesos de incidencia, en primer lugar porque corresponde, en segundo lugar porque agradecer a los que se conducen bien incentiva a otros a imitar esa actitud y tercero, porque el que ayudó una vez, puede seguir ayudando. Hay que liderar desde el plano de la racionalidad, pues ello permite utilizar la emocionalidad no para emocionarse, sino para emocionar. Y hay que comprender que uno puede optar por ocupar el rol de víctima pero jamás el de líder. El liderazgo es una cualidad concedida por el liderado, y ello significa que liderar es interpretar a dónde quiere ir el conjunto y no solo movilizar hacia donde la propia percepción conduce. El líder frente a la causa tiene el deber de encarnar la visión colectiva y no enceguecerse en cumplir la misión personal. El líder eleva y vincula, la víctima se degrada y aisla. El desafío es dejar de construir desde el rol de víctima compadecida para convertirse en líder respetado.
3) De la acumulación a la distribución
Los movimientos sociales que parten de la vulnerabilidad necesitan mostrar su fuerza y poder para hacerse visible en el lugar que les es negado. Es desde allí que se justifica la estrategia de acumulación de poder por parte de quien es víctima de la negación del derecho a ocupar un espacio y desempeñar un rol. Pero así como ese reconocimiento de derechos obliga a que se pase del estatus de víctima a líder, en términos de construcción de liderazgo, se debe mutar de acumulación de poder a distribución de libertades. El líder para incidir en las condiciones de factibilidad que le permitirán ejercer el derecho conquistado, debe ocuparse de crear las capacidades de incidencia en su grupo de pertenencia. Y ello se logra cuando el espacio del líder se convierte en el lugar al cual llegan todos. “Todos subimos un escalón recién cuando el último subió el escalón”. La soledad es el no lugar del liderazgo y la concentración de capacidades es la negación de la evolución colectiva. La concentración de poder impide la construcción de poder difuso, un poder que no es propio pero que se administra en el sentido de la incidencia deseada y que no puede ser neutralizado porque no puede ser medido ni identificado. En incidencia pública, cuanto más difuso es el poder, más concreto es el impacto, por ello, quienes lideran la incidencia, no deben acumular poder sino distribuir capacidades.
4) Del lumpen al servidor público
Para no descontextualizar este apartado se exige el esfuerzo de abandonar todas las hipocresías sociales y las paqueterías conceptuales y asumir la descarnada mirada que tiene la sociedad incluida, sobre quienes habitan el terreno de la exclusión. De lo contrario, pase al punto que sigue. La sociedad moderna edulcora sus atrocidades con la humanidad desde una retórica y epistemología ambiguamente cínica y perversamente ambigua. A quienes la sociedad incluida denomina hipócritamente pobres desde el punto de vista de la carencia de riqueza, vulnerables desde el aspecto social, excluido desde el punto de vista político, peligroso desde el punto de vista clasista, pueden ser definidos en una palabra que, al ser negada por la sociedad, los condena irremediablemente a perpetuidad: lúmpenes, Esta es la definición que la sociedad esconde debajo de la alfombra de eufemismos. El significado de lumpen describe a todo grupo social formado por personas social y económicamente marginadas en ambientes urbanos. Lumpen fue el término empleado por Karl Marx para designar al estrato social que vive en condiciones muy precarias. La categoría social reservada para el lumpen es la de mendigo, es decir, aquel que tiene que mendigar por el acceso a oportunidades y que no constituye una clase social. Nuestras sociedades generan lúmpenes y ello no habla mal de las personas que sufren tal condición, habla mal de la sociedad que los somete a esa calidad y los niega. Por ejemplo, cuando una población no separa sus residuos en origen y condena a los recicladores a tener que revolver las bolsas de basura, se demuestra que no son los sectores vulnerables los que se colocan en situación de pobreza, sino la sociedad acomodada quien los coloca en situación de lumpenaje. Al lumpen se le niega identidad como clase y dignidad como individuo. El lumpen es el “desaparecido de la democracia” en Argentina y el desplazado de la paz en Colombia. Somos incapaces de construir un proyecto colectivo exitoso para garantizarle dignidad a los que fracasan individualmente. La base para que el lumpen deje de serlo, es el reconocimiento de los derechos que le son negados y vulnerados. El derecho, en el plano individual, le permite acceder a oportunidades y en el plano colectivo, constituirse como clase social. El derecho reconocido es la base para la construcción del rol social del lumpen, porque al afirmarse como sujeto de derecho, ve garantizados sus derechos individuales hasta ese momento negados y adquiere la capacidad de luchar por las condiciones de factibilidad que le permitan ejercer roles sociales, como cooperativistas en el caso de los trabajadores que recuperan empresas, o servidores públicos en el caso de los recicladores que se integran a los sistemas de aseo y recolección de residuos urbanos.
5) De la comodidad del reclamo al desafío de la propuesta
El derecho ganado por los sectores vulnerables a partir de la lucha no puede instalarlos en la zona de confort del derecho alcanzado o en la estrategia de la comodidad de las acciones aprendidas. La actitud internalizada que sirvió para alcanzar el objetivo, el saber hacer que ya se asimiló y la estrategia aprendida que sirvió para alcanzar el reconocimiento del derecho, así como sus ejecutores y aliados, deben ser revisados, analizados en función del nuevo escenario y a partir de allí, pasar a diseñar un nuevo plan de acción que se adecúe a la mutación que exige pasar del reclamo a la propuesta. No se pueden construir condiciones de factibilidad para el ejercicio de derechos desde la misma lógica, actitud, estrategia y acciones que llevaron a visibilizar y alcanzar el derecho reclamado. Tampoco obligadamente tienen que ser los mismos protagonistas y aliados lo que tengan que ocupar roles calcados o repetir idénticas alianzas. Lo que sirvió para construir la potencia adecuada para convertir la necesidad en reclamo y el reclamo en derecho no necesariamente sea efectivo para, a saber: 1) convocar a la masa crítica que motorice el proceso de alcanzar condiciones de factibilidad y ya no reclamo del derecho, 2) para construir la institucionalidad necesaria para anclar en el largo plazo las condiciones de factibilidad y ya no reclamarle a la institucionalidad el reconocimiento de un derecho, y 3) para alinear intereses de los propios protagonistas para llevar adelante una negociación que alcance las síntesis de contradicciones necesarias para lograr acuerdos en el ejercicio del derecho y ya no, articular emociones y reclamos en pos de un derecho vulnerado. La meta alcanzada no debe ser entendida como el techo que ampare en una zona de confort a los protagonistas de la incidencia, sino que debe entenderse como el piso de la nueva etapa de incidencia pública que exigirá nuevos desafíos basados en la propuesta y ya mucho menos en la protesta. Así como de la capacidad que tenga el actor vulnerable de darle institucionalidad a sus organizaciones depende la legitimidad social de origen, de la aptitud que posea el protagonista del derecho reconocido para ejercerlo en el espacio colectivo, dependerá la legitimidad social de gestión.
6) Del reclamo del derecho al planteo de condiciones
El derecho ganado es importante porque atiende una necesidad expresada en reclamo y convierte a ese reclamo en derecho. Esto es lo que se tiene que agradecer, porque el hecho de agradecer en un gesto estratégicamente altruista, donde quien ganó su derecho asume que su lucha se ha convertido en logro, reconoce que ese otro se ha convertido en aliado, motiva a la potencial otredad que se mantiene indiferente o puede rivalizar a asumir también una actitud de alianza, y le demuestra a otros pares en similares condiciones que el Estado o el privado que ignora necesidades también es capaz de modificar su actitud y restablecer derechos. El agradecimiento del logro no vale por la incidencia hacia el pasado, sino por las condiciones que crea hacia el futuro posible. Y lo que sigue en todo proceso de incidencia que llega a la instancia del derecho reconocido, se plasma en la lucha por la construcción de lo que vendrá. Frente al derecho proclamado, toca en algunos momentos exigir y en todo momento negociar las condiciones de factibilidad para que ese derecho pueda ser ejercido. La decisión, al mismo tiempo que consagra un derecho, abre el espacio de las obligaciones. Los sectores vulnerables protagonistas de la incidencia tienen dos desafíos: 1) construir una propuesta consistentemente técnica y políticamente viable, que esté basada en información y conocimiento para que quien debe establecer las condiciones de factibilidad para el ejercicio real de ese derecho, cuente con todos los insumos necesarios para garantizarlo; 2) definir un plan de incidencia que contemple los contenidos presentados como condiciones de factibilidad y que garantice que éstas se conviertan, en el plano del estado, en normativas, resoluciones, pliegos licitatorios y políticas públicas y, en el marco de la institucionalidad del mercado y cadenas de valor, en contratos bajo la lógica ganar-ganar.
7) De la ética al poder
Las discusiones de las agendas sociales planteadas por los sectores vulnerables son llevadas deliberadamente por quienes ejercen el poder de decisión al plano de la ética, entendida como una abstracta expresión de deseos de quienes no acceden a una oportunidad. El desafío consiste en instalar esa agenda social, que ya viene precedida de un proceso de reconocimiento de derechos, en el plano de la discusión por el tangible espacio de poder que le corresponde al actor hasta ese momento vulnerado. No se trata de reclamar un poder que debe ser concedido sino que se trata de lograr el acceso al poder que devenga de ese derecho reconocido. De la capacidad que se tenga para ganar el espacio de poder dependerá la capacidad de poder ejercer el derecho.
8) De lo social a lo económico
Los sectores vulnerables deben imponer en los procesos de incidencia pública la siguiente lógica: un derecho reconocido se convierte en derecho efectivo cuando se garantizan los recursos para su pleno ejercicio. El contexto que genera vulnerabilidad es aquel que separa capital social de capital económico, y limita a los referentes de la vulnerabilidad al vulnerable plano de la agenda social y, a los representantes del estado o del sector de la economía formalizada, les otorga el monopolio de acceso y administración del capital económico. El capital social incluye al capital económico y no hay otra discusión posible sobre la creación de las condiciones de factibilidad para que un derecho sea ejercido que negociar presupuestos, recursos, acceso a financiamiento, condiciones de inversión, es decir, toda la arquitectura financiera, parta del presupuesto público o de la inversión privada, necesaria para que el derecho reconocido desde la vulnerabilidad sea ejercido y protegido desde la institucionalidad del acceso al dinero. Los sectores vulnerables tienen que adquirir habilidades para ejercer el derecho ganado en el terreno de la economía, pues no hay nada más económico que una necesidad social.
9) De la informalidad a la institucionalidad
La pobreza estructural no radica en la falta de acceso a la economía sino que se concentra en la inaccesibilidad a las oportunidades que ofrece el capital social estructurado. Una de las formas de negar ese acceso es sometiendo a una parte de la sociedad a la informalidad, por ello, el reconocimiento del derecho negado es un primer paso para que la condición de informalidad pueda anclar en la institucionalidad, arquitectura social que garantiza que un individuo o grupo de personas pueda desarrollarse en un marco de estado de derecho y ser protegido desde la seguridad jurídica. Toca construir para ese derecho la institucionalidad que lo haga perdurable en el tiempo, que lo convierta en oportunidades para todos y que lo proteja de los abusos de los poderosos.
10) De lo local a lo regional
Tratándose Latinoamérica de la región más desigual del planeta, donde las brechas entre quienes más poseen y quienes menos tienen son reflejo de una profunda ineficiencia del estado para equilibrar las capacidades de acumulación por parte de una pequeña porción de habitantes en relación a las limitaciones que tienen vastos sectores de la sociedad para generar riqueza. Por ello, cuando un actor social reconoce un derecho reclamado por los sectores vulnerables, resulta una obligación vital registrar ese proceso y contagiarlo al resto de los países de la región. No existe capacidad de transformar cada una de las naciones, si no se transforman los patrones y las lógicas que rigen la construcción de Latinoamérica. Modificar las condiciones regionales de exclusión social depende en buena medida de que los sectores excluidos puedan diseminar regionalmente sus logros en materia de derechos conquistados. Ello exige construir capacidades de incidencia en el plano regional a través de espacios colectivos con poder para impulsar agendas comunes y articular liderazgos y, al mismo tiempo, requiere la construcción de iniciativas regionales comunes en los aliados de los sectores vulnerables que acompañan sus luchas y conquistas.
Este documento intenta, partiendo de una hipótesis de condena –la tentación de los actores vulnerables de una sociedad a eternizarse como víctimas- construir la hipótesis de cambio necesaria para que los sectores vulnerables que logran conquistar derechos, puedan ejercerlos en plenitud.