Despertar el interés de los ciudadanos por la vida pública de la ciudad no es tarea fácil. Tampoco es, ciertamente, un objetivo que los gobiernos se hayan planteado cumplir. Debería ser por lo tanto una inquietud que surja de nosotros mismos. Empezar a interesarnos por la ciudad, nuestro propio entorno, es interesarnos en política, lo que no significa necesariamente militar en algún u otro partido. Significa empezar a sentir que lo que es público es de TODOS, y si es de todos es mío también. Y no solo de Otros.
Quisiera clarificar, en principio, los dos modelos de democracia que se debaten en las discusiones académicas, desde hace tiempo. El primero es el modelo elitista de democracia, que se define más bien como un método para elegir a los líderes políticos y organizar los gobiernos. Este enfoque supone que el fenómeno del poder así como la brecha entre los gobernantes y gobernados son inevitables en el funcionamiento de cualquier sociedad moderna; y la lucha por adquirir y usar el poder está en el centro de lo político. En el modelo de democracia elitista no hay ninguna pretensión de que los votantes establezcan la agenda política o tomen decisiones. Más bien los líderes (partidos políticos) imponen los intereses, y deciden cuáles serán relevantes políticamente. La verdadera función del voto es simplemente elegir entre las diferentes élites políticas que aspiran al poder y aceptar su liderazgo. Los votantes son consumidores, los partidos son los empresarios que ofrecen paquetes o personal alternativo creando la demanda y únicamente respetando al consumidor en la decisión respecto a cuáles de los candidatos preseleccionados serán sus “representantes”.
Este modelo ha sido y es duramente criticado por la teoría de la participación, que lo acusa de haber despojado al concepto de democracia de las ideas de autodeterminación, participación, igualdad política, procesos discursivos de formación de voluntad política....en resumen...de haber perdido el principio de la ciudadanía. En la línea de esta teoría está el modelo participativo de la democracia, que sostiene que lo que hace a los buenos líderes hace también a los buenos ciudadanos: la activa participación en el gobernar y en el ser gobernado, es decir, en el ejercicio del poder. En este sentido la democracia le permitirá a todos los ciudadanos, y no solo a las élites, adquirir una cultura política democrática, y así aprender a tolerar la diversidad, a moderar el fundamentalismo y el egoísmo, y ser capaces y estar dispuestos a llegar a compromisos. ∗∗
Despertar el interés de los ciudadanos por la vida pública de la ciudad no es tarea fácil. Tampoco es, ciertamente, un objetivo que los gobiernos se hayan planteado cumplir. Debería ser por lo tanto una inquietud que surja de nosotros mismos. Empezar a interesarnos por la ciudad, nuestro propio entorno, es interesarnos en política, lo que no significa necesariamente militar en algún u otro partido. Significa empezar a sentir que lo que es público es de TODOS, y si es de todos es mío también. Y no solo de Otros.
En momentos coyunturales de la vida política, cuando hay una crisis importante o cuando están por hacerse elecciones y habrá cambios en un gobierno, se percibe un aire de esfuerzos propagandísticos y alboroto de discursos, panfletos y promesas por parte de los partidos políticos: la campaña. La sociedad también hace un esfuerzo de interiorización en el tema: “che... ¿a quién le vamos a votar?” es una voz corriente en las mesas de los bares, en los almuerzos familiares y reuniones de cualquier tipo. La cuestión es ¿por qué somos ciudadanos bisiestos? ¿por qué solo cada 4 años cuando hay elecciones nos convertimos de un día para el otro en un ciudadano interesado, leemos el diario, somos los mejores opinólogos de la situación, y hasta criticamos lo que en realidad conocemos muy poco, de oído o porque escuchamos en el bar lo que los demás decían? No es la intención hacer un juicio ni generar culpas, sino instalar la discusión desde otro lugar.
La ciudadanía, si bien es una condición que todos tenemos, debemos construirla en el ejercicio pleno de la misma: y eso es no solo votar cada 4 años, no solo reclamar al gobierno (local, provincial o nacional) cuando hay una necesidad apremiante o cuando ocurre una desgracia colectiva como la inundación de Santa Fe, el incendio de Once u otros acontecimientos que ponen en escena situaciones, personas y procedimientos que vienen funcionando de la misma manera desde mucho antes de que tomaran visibilidad. De nada sirven el reclamo y la denuncia, si no estamos dispuestos a construir. Esta construcción puede ser colectiva y no siempre partidaria, y se basa en la participación. ¿Y por qué los que participan son los menos? En parte porque no hay políticas desde los gobiernos que promuevan la participación, y concretamente en Marcos Juárez hay una carencia de espacios en los que el ciudadano común pueda participar.
Sí existen decenas de organizaciones de la sociedad civil, fundaciones, ONGs que se interesan por buscar formas alternativas de participación democrática y promover el ejercicio pleno de los derechos cívicos. Es el caso de Poder Ciudadano en Buenos Aires, Ejercicio Ciudadano en Rosario, y Principio del Principio en la ciudad de Córdoba, que tienen como misión promover el fortalecimiento de de las instituciones de la democracia a través de la participación ciudadana. Lamentablemente, ninguna opera en nuestra ciudad.
Me parece interesante contar acerca de una Campaña Federal de Acceso a la Información Pública, que comenzó en todo el país el 10 de abril con el objetivo de propiciar el libre acceso a la información pública y difundir el uso de esta herramienta entre los ciudadanos. Lo llevan a cabo una red articulada de ONGs de varias provincias que asesoran y acompañan a los interesados en realizar pedidos de información pública, a quienes se les facilita un Instructivo y una planilla de seguimiento. El resultado que se espera es un informe global con la evaluación de la calidad de la respuesta dada por el Estado a los requerimientos de información. ¿Qué se puede pedir? cualquier tipo de información, ya sea de presupuesto de cualquier dirección o secretaría, balances de años anteriores, información sobre la planta permanente de funcionarios, con sus respectivas actividades o pedidos concretos a concejales sobre proyectos, declaraciones juradas sobre el destino de cualquier tipo de fondos otorgados, pedido de información a las empresas sobre mejoras, innovaciones, costos de obras, etc que figuren en presupuestos aprobados. Es una buena forma de empezar a conocer para luego opinar, y sobre todo una forma de exigir un derecho que tenemos y que no ejercemos: el derecho a la información. Constituye también una práctica que fortalece la institución democrática, así como a nosotros mismos como ciudadanos comprometidos y responsables; y sobre todo contribuye a la transparencia en la gestión política, ya que no podemos quejarnos si no nos tomamos el tiempo ni el compromiso de exigirla y controlarla.
En vísperas de estas elecciones sería importante empezar a preguntarnos qué modelo de democracia queremos, y si hacemos algo desde nuestro lugar para contribuir a edificarlo. Es necesario dejar de pensar a la política en términos coyunturales para empezar a pensar en la construcción de una democracia participativa como un proceso cotidiano, quizá lento y dificultoso pero que garantice que ciudadanos comprometidos puedan legítimamente ejercer sus derechos.
∗Silvana Girardo- Lic. en Comunicación Social, Fundación Ecoclubes – Área de Comunicación Ejercicio Ciudadano
∗∗ Referencias bibliográficas: Jean Cohen y Andrew Arato “Sociedad civil y teoría política”.México, 2000.Artículo publicado en periódico La Info Semanal, Marcos Juárez, Córdoba